Estos primeros meses de primavera, he estado estudiando con mis alumnas una flor clásica, que llegó a Europa desde el imperio Turco Otomano a mediados de 1600 y enamoró a los holandeses al punto de llevarlos a una burbuja económica que casi arruina al país. Se trata de los tulipanes.
Largamente cultivados, adornan los parques de Holanda y de toda Europa, y aunque ya no causan el revuelo del pasado, siguen presentes y más aún, siguen siendo uno de los grandes temas de la ilustración botánica. En el Hemisferio Norte, no hay ilustrador botánico que no le haya dedicado un tiempo a esta simple planta, que sin grandes complejidades, es una gran maestra de dibujo y pintura, precisamente por eso: su morfología simple, su textura sedosa y sus colores fuertes, sumado a su inconfundible forma de copa, nos ayudan a entender el proceso de ilustración sin darnos problemas como otras plantas más complejas.
Nuestro ejercicio consistió en primero, dibujar el tulipán y hacer un estudio de escala de grises en grafito para comprender su estructura, forma y superficie.
Luego, desarrollamos el proceso de pintura sobre húmedo en escala de grises, para aprender a aplicar el pigmento, construir volumen y detalles en acuarela sin la preocupación del color, que le da un grado extra de dificultad.
Y por último, pintamos el tulipán a color guiándonos por los estudios que hicimos cuando las flores estaban vivas, fotos y todos nuestros estudios de luz y sombra. De esta manera, podemos concluir que el resultado final de la ilustración es la suma de mucha información y estudio, capa sobre capa. Con esto, quiero recalcar que: copiar una foto muy bien, de la especie que sea, no es hacer una ilustración científica.
Si quieres ver tulipanes maravillosos, te recomiendo buscar en Google al pintor escocés Rory McEwen. No vas a creer lo hermosos que son!
Te invito a visitar esta flor, que aunque ya muchos la han pintado, sigue siendo una maestra y un paso obligado para los ilustradores botánicos de todos los tiempos.