Texto del académico del Instituto de Estética de la UC, Dr. Gonzalo Leiva Quijada.
El postnaturalismo / acuarelas de Geraldine MacKinnon
"El país y su territorialidad que se dilata y sitúa entre dos ejes naturales: Cordillera y Mar, para muchos pensadores se sitúan también como metáfora insular.
No obstante, las restricciones geográficas de acceso y de lejanía respecto de las rutas comerciales y las metrópolis o centros de poder, el país atrajo desde el siglo XVIII a numerosos aventureros, viajeros y naturalistas. Así su diversidad de climas, flora y fauna, accidentes tectónicos, volcanes, lagos y fiordos fueron generando expectativas utópicas. Además, los variados focos telúricos se plasmaron en numerosas iconografías por medio de dibujos, acuarelas, esquicios, estudios, pinturas y cuadernos de viajes. Pero en el siglo XIX constituyó con el naturalismo paisajista un género de representación que asentó su canon representacional.
Si realizamos una visión global en la obra de Geraldine MacKinnon, llama la atención sus propuestas plásticas, que sí bien dialogan con la tradición de representación naturalista anterior, urgen nuevas perspectivas e identificaciones.
La ausencia de estridencia compositiva nos lleva a la disciplina del dibujo, retórica de la certeza que devuelve al croquis la centralidad de la construcción argumental.
Desde la base está la paleta descriptiva, primorosa de la artista que respira la presencia del árbol, la hoja, el fruto. La flora relicta, los árboles sagrados asoman en los trabajos de Geraldine, el verde amplia su gama tonal, recordándonos que el “color local” se construye tras la paciencia contemplativa. Pues el trabajo meticuloso de Geraldine no viene de la construcción positivista es decir del fundamento científico, viene del emplazamiento frente a la poderosa naturaleza que acoge, envuelve y da sentido íntimo. Por esto sus obras no son ejercicios plásticos, se constituyen en recorridos sensibles en la poética del espacio natural, donde el árbol por su colorido otoñal, las hojas con sus nervaduras y las flores desde sus colores son símbolos vastos de la belleza vislumbrada y exteriorizada.
Los requerimientos rigurosos de la producción de la artista logran perfección técnica en la compleja técnica de la acuarela, su precisión micro cósmica es ampliada por el “mándala” que como viñetas de un curso diagramático indican que la observación del orden natural es compensada por la armonía y el silencio. Pues, el posicionamiento técnico de la artista es un trazado interpretativo donde uno de los ejes centrales es la constitución visual desde impulsos y retículas constructivas, que organizan la naturaleza para hacerla poética y vibrante. Por esto, su propuesta desplaza el naturalismo y sus restricciones de paradigma, para incorporarse a un camino propio e interpretativo, abandonando barreras, modas y concepciones. La honestidad plástica resultante es conmovedora. "
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